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Y contó al venado lo sucedido. Y dijo al venado: -¡Vamos a velar al niño que he matado! -No -dijo el venado-, no sea que su madre nos coma. Te llevaré dentro de mi cushma. Ahora cierra un momento los ojos. El hombre cerró los ojos, y al abrirlos, se halló en la montaña del diablo. Había allí una casa y gran ruido . Muchos diablos velaban al niño muerto. Su madre lloraba en un rincón . Los diablos vieron al venado y gritaron: -¡Ha llegado el curaca, ha llegado el curaca; ven, ven, ven! Le invitaron a sentarse en un banco . El hombre escondido dentro de la cushma pasaba un gran miedo . Los diablos sirvieron al venado gran cantidad de chicha de maiz, de vinillo y miel silvestre. Colocaron muchas ollas a su alrededor. Disimula– damente, el venado daba de beber al hombre que iba dentro de la cushma. La mujer lloraba y lloraba: -¡MI hijo, mi hijo.. . hermanita! . .. De pronto olió a hombre . Alzó la nariz y olisqueó. -¡Aquí está ese hombre! Los diablos no le hicieron caso. -Tú siempre hueles a hombre . Vas a acabar con todos . Te vamos a enterrar viva. Ella se echó a llorar de nuevo, hasta que despechada de sus hermanos diablos llamó a gritos a sus enamorados . Esta mujer terúa muchos enamorados . Dos en cada "Urcu". Así canta· ba y los iba llamando: -Llamo a los de Huagras urcu -llamo a los de Yunshi urcu -llamo a los de Gastañas urcu -llamo a los de Sumaca urcu -llamo a los de Dilaguayas urcu Venid, venid, ay, ay, ay . .. ! Vinieron los de Huagras urcu, soplaron sobre la cabeza del niño y dije– ron: ¡Está muerto! Vinieron los de Yunshi urcu, soplaron sobre la cabeza del niño y dije– ron: ¡Está muerto! Vinieron los de Gastañas urcu, soplaron sobre la cabeza del niño y dije– ron: ¡Está muerto! Vinieron los de Dilaguayas urcu, soplaron sobre la cabeza del niño y dijeron: ¡Está muerto! Vinieron los de Sumaca urcu cuando ya cantaba el gallo, soplaron sobre la cabeza del niño y le hicieron revivir . La madre lo puso rápidamente a beber del seno; pero el niño vomitó sangre y murió para siempre. La mujer se volvió a sus enamorados furiosfslma y les cantó plañidera– mente. -¡Valéis menos que las babosldades de una tortuga . .. ! Los enamorados, oyendo estas injurias, cavaron un agujero, y la ente– rraron viva, junto con su niño . 87

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