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10. EL TIGRE Y LOS HOMBRES DESCUIDADOS Hace muchos años, cuando las fronteras estaban abiertas y los indios eran los dueños de toda la selva, diez canoas marcharon a traer sal de los cerros del Huallaga. Por el Bobonaza pasaron al Pastaza y luego al Marañón y al Huallaga. Recogieron muchas pie– dras de sal y regresaron surcando por el Pastaza. Así pasó un día - pasó otro día otro día - otro día ... Llegaron en un atardecer a una playa. Allí vieron a mucha gente que dormía, y un bulto que subía y bajaba en medio del río. -¡Hermanos: ahí sale algo! - gritaron los de las canoas. -¡No, no hay nada!- contestaron los otros . Volvieron a avisarles, pero tampoco les hicieron caso. -Si viene el tigre lo matamos con las lanzas - se rieron. Y se durmieron tan tranquilos. En el río volvió a aparecer el bulto que subía y bajaba. Uno de los hombres de la playa gritó: -¡Ya viene, ya viene el tigre! -¡Calla, calla, deja dormir! El se levantó y se fue a dormir a otro lado. Los demás dormían: -¡Cron, cron, cron! ... El indio que tuvo miedo se quedó vigilando, y más tarde vio que llegaban dos tigres negros hasta la playa . De nuevo gritó con fuerza: -¡Ahí está el tigre! Como no le hacían caso, corrió a ellos y les metió ají en los ojos . Pero no despertaron . Y lleno de miedo se escondió en una palizada del río . Cuando los tigres llegaron a la playa -eran un gran macho y una hembra- se comieron a toda la gente. Al amanecer, el indio que salvó la vida huyó por la selva hasta Canelos, y allí contó lo sucedido . Todas las mujeres lloraban ... En seguida se reunieron diez personas, y regresaron a ver . Aún comían los tigres cuando ellos llegaron . Los tigres al ver a la gente quisieron atacar; pero al macho lo balearon, y los otros alancearon a la hembra. Pero ella se echó al río y huyó. Los hombres abrieron el vientre al tigre, y los restos de los hombres los guardaron en un trapo para enterrarlos en la misma plava . 35

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