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43. EL HOMBRE Y LOS AYAS Un hombre marchó a la selva, y al llegar la noche hizo un tambo. Se acostó y se durmió. Llegaron los Ayas; bailaron y tomaron chicha, mientras toca– ban el tambor. Uno de los Ayas olió a hombre y dijo: -¡Tiranguirooooo! ... Esto despertó al hombre, que se enfureció. -¡Fuera, fuera, quiero dormir! Los Ayas se fueron, y el hombre se levantó con una vela. No vio a nadie. Sólo un caracol con su cría, amarrado de la boca con una cuerda. A la media noche, el hombre marchó a pescar, y al regreso halló a los Ayas llorando. Habían colocado pequeños palitos alre– dedor de la casa, y se lamentaban. El hombre volvió a enfurecerse. -¡Fuera, fuera! Y cuando ellos se marcharon prendió fuego alrededor de la casa. Los Ayas dieron muchas vueltas durante toda la noche. Al llegar la mañana, el hombre tomó su sigra y emprendió el camino de vuelta. En un cerro vio dos tigres que le cerraban el camino. Ellos, poniendo las patas delanteras en forma de arco, le dijeron: -¡Pasa por debajo! El hombre cortó un buen palo para golpearlos. Los tigres hu– yeron. Siguió luego el hombre su camino, y en la loma siguiente vio a los dos tigres que hacían arco con sus patas . -¡Pasa por debajo! -le gritaron. -¡No, no pasaré! -y les dio con el garrote. El hombre llegó al fin a su casa y llorando dijo a su mujer: -Los Ayas casi me matan ... Y enfermó gravemente, muriendo a los pocos días. 129

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