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Después cogiendo el comején, el anciano lo colocó en la bolsa cubriéndolo con plumas de aves muertas por otros. Y ya con la bolsa repleta pasó por delante de la casa donde vivían las dos jó– venes. Ellas al verlo se dijeron: -¡Hagámosle caer para quitarle y comer! -pensando que lle– vaba carne. Y habiéndose puesto de acuerdo, otro día que Sulirucu iba a pasar por allí, le colocaron en el camino una corteza resbalosa, cu– briéndola con hojas. El anciano regresaba tranquilo por la tarde. Las mujeres estaban espiando. Apenas llegó Sulirucu, le gritaron: -¡Danos a comer esa carne que llevas! Sulirucu, al oírlas dio media vuelta; pero resbaló en la corteza y el comején cayo: "¡shita ... shita!". Las mujeres corrieron a cogerlo pensando que era carne, pero al verlo se dieron cuenta que era una gran casa de comején. Suli– rucu se levantó, y recogiendo su bolsa, se alejó con la cabeza gacha. Desde entonces le dio vergüenza pasar por el camino donde vi– vían las dos jóvenes. Y ya nunca más se fue de cacería. 117

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