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38. CUENTO DEL FILUCO Se cuenta que hace mucho tiempo había un pueblo. Y en ese pueblo había un hombre que cada noche se acercaba a molestar a una muchacha. -¿Quién eres? -preguntaba ella. Pero el hombre nunca le respondía. -¡Yo soy, yo soy! -susurraba sin dar su nombre. Como siempre venía de noche, la mujer no podía saber de quién se trataba. Viendo lo cual, se pintó todo el cuerpo de huito, para que al llegarse a ella de noche, el hombre se quedara prin– gado. Efectivamente, el hombre vino esa noche, y la mujer lo dejó pintado con el huito. Al amanecer se dio cuenta que aquel hombre era su propio hermano. La mujer enojada marchó a contar lo que sucedía a la autoridad para que castigara al culpable. Este hombre, aun siendo casado se había atrevido a meterse con su propia hermana. Como también de esto se enteraron los parientes, el hombre preparó sus cosas para subir arriba. Cuando ya todo tenía preparado, viendo que ya llegaban a tomarlo preso, llenó una batea de algodón y dándose aire con aventadores co– menzó a ascender hacia las alturas. En aquellos días las mujeres tenían la costumbre de vestir con demasiadas envolturas. Y la mujer de este hombre por esa razón no pudo vestirse con rapidez. Para este momento la autoridad se aproximaba. El hombre, nervioso, gritó a su mujer: -¡Vístete pronto, vístete pronto! Pero la muj er ni acababa de amarrarse, ni podía caminar. Vol– vía a intentar dar unos pasos y caía por el suelo. El hombre mien– tras tanto iba subiendo poco a poco. La mujer intentó correr nue– vamente y rodó por los suelos. Viendo esto, su marido la dejó de– finitivamente y se fue hacia las alturas para convertirse en luna. Si los dos hubieran subido habría ahora dos lunas: una luna, caliente; y otra fría. Como solamente subió uno, ahora hay una lu– na, la fría. Pero como esta luna estaba pintada con huito, ahora se ven sombras en los llanos. Una vez que el hombre hubo subido, la mujer quedó sola y triste. Por eso las noches de luna esta mujer, mirando a su mari– do, llora: -¡Ma ri do mí o .. . ! A esta mujer ahora se le llama Filuco. Por eso este gavilán, sen– tado sobre las palizadas de los ríos, mirando a la luna, llora, llora ... 111

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