BCCCAP00000000000000000000252

37. EL SE¡i¡¡OR DE LAS HUANGANAS Un hombre marchó a la selva y halló una manada de huanganas. Dls· paró sobre ellas y no mató ninguna. Así le ocurrió siempre. Su mujer llo– raba de hambre. Al fin el hombre lleno de coraje se dijo: "¡Seguiré a las huanganas!". Cuando los animales dormían él se ocultó cerca. Durmió una noche - durmió dos Durmió tres - durmió. . . diez. Las huanganas se dieron cuenta y le hablaron: -Hermano, tú eres persona ¿Por qué nos sigues? Sube a ese árbol de Usahua y danos de comer. El hombre les cortó pepas en cantidad suficiente. Las huanganas le dijeron: -Esta noche te ha de comer el tigre. Dormirás en medio de nosotras. Desde Canelos le llevaron hasta el Marañón. Se bañaron y cruzaron el río. El hombre iba en medio. Aquí huangana - alli guangana aquí huangana - allí huangana. -¡Te puede comer la boa! -le decian. Estas huanganas eran unas mujeres muy bellas, con pelo larguisimo. Cuando hallaban un árbol con fruto, el hombre subia y les echaba con abundancia. Las huanganas por su parte recogían cangrejos en las quebra– das, y se los daban al hombre. -Vamos a pasear a donde hay hombres -le dijeron un dia. Y le dieron una corneta para que pudiera avisarles desde la mitad del bosque. Cuando las huanganas se aproximaban a una casa, el hombre hizo sonar la corneta; pero los hombres y los perros las rodearon, y sólo algunas pudieron escapar. Ahora caminaron muchos días. Una huangana se puso encinta del hom· bre, y nació una huangana. Anduvieron por quebradas y aguajales hasta lle· gar a la casa del hombre. -Ya estamos en tu casa -dijeron las huanganas -¿No tienes pena de tu mujer? -8! tengo. Ya me voy. -Bueno, bien. Pero como tú te has portado tan bien con nosotras y hemos comido muchas pepas, te regalamos esta corneta. Esa noche cuando estaban acostados, le dijeron las huanganas. -¿Qué llevas en las muñecas? -Unas bolitas -contestó el hombre. -Nosotras también las queremos. -Está bien. El hombre cortó unos bejucos de tamshi y les ató las patas diciendo: 107