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Pero estos centros no albergan a toda la población; únicamente sirven para los días de reunión. Durante la semana en estos centros normalmente sólo vive el profesor y los niños que asisten a la escuela. Pero los demás viven en su propia tierra y en su propia casa, que pue– de hallarse muchas veces a cinco o seis kilómetros de distancia y más. Quizá el día en que estas Comunas tengan los servicios básicos y estén urbanizadas con el mínimo necesario, los nativos se decidan todos a levantar sus casas en el terreno comunal; pero de momento es evidente que cada familia tiene la necesidad de vivir en su propia casa y hacienda para el mantenimiento de tierra y animales. Tratar de formar centros poblados nos parece, de momento, una equivocación. La actual estructura comunal y su forma de vivir libre y separada es mucho mejor y más adaptada a las circunstancias del Quichua del Napa Medio. Quien crea que esta manera de vida es una dificultad para la inte– gración del nativo está pensando con mentalidad citadina, para quien integrarse es vivir de la metrópoli o en torno a ella, hacer pueblos para al fm vivir todos hacinados y en precarias condiciones. Además estamos convencidos de que las costumbres de vivir del Quichua son las mejores para mantener el equilibrio ecológico que requiere su selva. El hombre no se integra porque viva reunido en pueblos. Son su preparación humana y su sentido de libertad y responsabilidad quienes lo han de integrar, siempre que la palabra integrar no signifique aentrar a la fuerza" en el grupo cultural domi– nante. Nosotros no aceptamos, al hablar del pueblo Quichua, la palabra Nomadismo. Ni antes ni ahora. El que una familia se mueva en torno a su casa por razones del rotar de las tierras, no puede ser considera– do como nomadismo. Más bien creemos que el pueblo Quichua man– tiene un fuerte amor por el terruño que le vio nacer, y sabemos que todo intento por hacerle cambiar de lugar recibe siempre respuesta negativa o afirmación forzada. Si anteriormente existió en alguna manera esta impresión de no– madismo, a nosotros nos parece que se debió a la imposibilidad de defender sus tierras de las trapacerías y la avalancha del blanco des- 124

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