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Hay quienes piensan que la selva nunca podrá acabarse, que su fecundidad es asombrosa, que incluso sobre una playa de arena crece el maíz y nace la hierba entre las piedras y el cemento. Esto es cierto; porque existe el agua y una humedad ambiente que hace que cual– quier capa delgadísima de humus se asiente en lugares inverosímiles. Pero también es cierto que hace algunos años, cuando dejó de llover prácticamente durante cuatro meses, las quebradas y riach•_¡elos olían a pescado podrido, los grandes animales corrían como locos hacia los ríos, y la selva - el reino de las aguas - comenzó a amarillear de manera alarmante. En el mismo Ecuador existen ejemplos recientes que nos mues– tran toda la tragedia de la naturaleza cuando el hombre se empeña en destruirla. Hay ancianos que conocieron la península de Santa Elena, en el litoral Pacífico, como verde selva : Hoy es un desierto práctica– mente irrecuperable. Y este proceder irracional con la naturaleza, se ha trasladado hoy como una locura a la región amazónica. Cuando uno observa en detalle los enormes árboles de la foresta tropical, se convence que son gigantes con pies de barro. Sus raíces nunca han profundizado más allá de los 40 cms., alargándose y reptando incesantemente en busca de algún elemento nutriente. Si se mantienen en pie a pesar de los huracanes y los fuertes vientos dé época es porque viven juntos y apretados urws con otros, entrela– zando sus bejucos y sus ramas. En Ecuador no existe un conocimiento detallado y práctico de los suelos amazónicos, a excepción de los est udios que han realizado las compañ [as de Palma Africana y algunas in stituciones particulares. Los pequeños ensayos que se han realizado con frutas y hortalizas foráneas han producido resultados muy dispares, según los lugares y las épocas. Lo que se ha demostrado es que muchas especies pueden producirse y ser rentables. Los otros cultivos tradicionales de la región requieren de nuevos métodos industrializados y racionales. Cualquier intento ;~ la buena se puede considerar fracasado de ante– mano. Por otra parte, la región amazónica ha demostrado hasta la saciedad ser terreno excelente para pastos, siempre que se respete el bosque necesario para mantener el ecosistema. 12

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