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No existen los servicios básicos de luz, agua potable, alcantarilla, etc. El alumbrado de la casa quichua es a base de lamparines de keroseno o petróleo. El mobiliario es mínimo, y los utensilios o prendas personales los guardan en maletas de tabla y en pequeños aparadores para tener platos, cucharas o botellas. Es muy común encontrar en la casa del Quichua una máquina de coser. El robo fue prácticamente desconocido, y aún hoy en día, salvo contadas excepciones, entre los Quichuas es casi sagrado el derecho ajeno. La razón de ir cerrando las casas erara en la evolución natural de saber que son más sanas y defendidas de los vientos, además de que al poseer algunos bienes más y ser frecuente la afluencia de gente extraña, se han visto en la necesidad de defender de este modo sus pocas pertenencias. Como hemos señalado anteriormente, la creciente escasez de ma– teriales de selva para la construcción, o su excesiva lejanía, hace que el Quichua comience a construir ya sus casas con techos de cinc. Este sistema es indudablemente mucho peor, más ruidoso en los intensos aguaceros, caliente en las horas de sol y frío en las noches ; pero tiene la ventaja de que el costo del cinc es menor actualmente que el de la hoja de shapaja, además de poder recogerse el agua de la lluvia en tanques y tenerla a la puerta de la casa. Algunos también han comenzado a construir la vivienda con tabla; pero es lógico que en este caso las dimensiones deban ser redu– cidas, y el Quichua, hombre social porque sí, necesita de grandes espacios para realizar sus frecuentes tupanushcas (encuentros) de circunstancias. Hay otros, en cambio, que precisamente para evitar los grandes gastos que les ocasiona este tipo de encuentros, levantan sus casas con las dimensiones mínimas para su familia. De este modo se evitan multitud de problemas de gente abusiva, que además de consumir buenas provisiones, luego trata de pernoctar, con la consiguiente molestia para todos. 121

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