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El consumo de carne de ganado vacuno, que hasta época reciente era poco menos que rechazada por los Quichuas, va haciéndose nor– mal. Otros productos, como el aceite, el fideo, el atún, los aliños, ajos y cebollas, porotos, arroz, etc., van tomando carta de ciudadanía entre los ribereños, quienes por otra parte, al viajar mucho más que antes, se van acostumbrando a comer lo que les presentan. Es lógico que el mayor empleo de dinero ha producido también una mejora en el nivel de vida. Hemos señalado en la primera parte de este libro la gran riqueza de la fauna silvestre tropical (véanse cuadros pág. 55 y ss.). El hom– bre amazónico ha sido básicamente carnívoro y ha despreciado siem– pre las verduras y las hortalizas, a excepción de la yuca y el plátano. Instrumentos de caza. Tradicionalmente se usaba la cerbatana con virotes envenenados con curare. Era también común la lanza, para caza mayor, y. las tr~mpas. La cerbatana o bodoquera es un instrumento construido en base a dos listones de chonta a los que se hace un canal y pegados y traba– jados con gran perfección a punta de navaja y abrasivos para darle la puntería definitiva. Lanza flechas sacadas de las costillas de la palma lnayu, hasta una distancia que puede llegar a los 50 metros. El impulso se le da soplando por la parte posterior del arma contra un taco de algodón que la flecha lleva arrollado. Las dos partes de que consta una cerbata.I)a están unidas entre sí con propóleos silvestre, y amarradas con lianas recubiertas de resina. Existen cerbatanas de muchos tamaños y tipos, algunas de las cuales pesan hasta cuatro kilos y miden tres metros, como la "Umena" de los Huaorani, que es plana y ancha. La Quichua es cilíndrica, de me– nos peso y penetración, pero mucho más manejable. La cerbatana lleva como complemento una aljaba llena de flechas y un calabacín para el algodón, además de una mandíbula de piraña para desbastar la punta de la flecha mediante un movimiento girato– rio entre dos dientes y de esta forma dejarla a punto de quebrarse. 110