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Plagas. La agricultura sufre el azote o la respuesta de la selva, que en al– guna manera se defiende de los cultivos de importación, ya que los cultivos nativos tienen el recurso de la aclimatación secular, aunque con una calidad y apariencia siempre inferiores. El plátano sufre, junto con el maíz, del ataque de varios tipos de gusanos que los destruyen. Contra ellos no existe remedio efectivo en la zona. Se cortan las plantas y se queman. Avispas, loritos, roedores, hormigas, son incontrolables y se comen gran parte de las cosechas. En el caso de los cítricos es muy frecuente que lleguen hasta la primera cosecha, y a veces hasta la segunda; luego amarillean y se secan. ¿Las razones? No parece la pobreza de la tierra, puesto que se abonan con alguna frecuencia. ¿Los hongos? Quizá. Ciertamente mu– chos de ellos mueren por haberse asentado en sus raíces o en la base del tronco una especie de hormiguita, que destruye la corteza y la pudre en todo el derredor. Este mal puede obviarse injertando la naranja o la mandarina en un patrón de limón rugoso, que es el único cítrico libre de toda plaga y con capacidad eterna de regenerarse desde sus raíces. Puede decirse en el caso del limón rugoso que la plaga -maravillosa plaga- es él. En el caso de las frutas: piña, guanábana, chirimoya, etc., hay que decir que les coge la roña y se agusanan casi siempre. Pocas son las frutas que se salvan de tener algún defecto, a excepción de la papaya, que siempre crece sana, aunque sea pasto de algunas aves. Palma africana. El producto de esta planta ya era conocido en Ecuador, concreta– mente en la Costa. En nuestra región las primeras palmas se plantaron en Nuevo Rocafuerte, como adorno, traídas de Puerto Asís por el Padre Misionero capuchino Angel de Ucar, pero su llegada industrial al Napo apenas rebasa los ocho o diez años, toda vez que la carretera abrió canales de comercialización y el Gobierno hizo y tiene en pro– yecto concesiones ingentes de tierras para su plantación. lOS