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LA PROPIEDAD DE LA TIERRA En la nueva colonización éste es sin duda uno de los pun– tos vitales. La realidad ha desbordado todas las previsiones gubernamentales. Las tierras se iban ocupando a medida que las carreteras se adentraban en la selva, sin ningún orden ni defensa legal, invadiendo incluso en ocasiones las tierras que pertenecían por contrato al Consorcio Texaco-Gulf, con los pleitos subsi– guientes. El colono cultivó rápidamente la tierra y la cercó de setos y estacas, y hasta el momento presente se ha mantenido a la espectativa sin que el Gobierno haya resuelto legalmente sus títulos de propiedad. Apenas si a este respecto se han dado algunos :pasos balbucientes por medio del IERAC (Instituto Ecuatoriano de Reforma Agraria y Colonización). En la zona nunca ha aparecido muy clara la política de dicho Instituto, ya que por un lado ha consentido que cada colono ocupara 50 Has. de hecho, y ha promovido la creación de Precoopera– tivas y Comunas pero sin darle respaldo legal. ni preocuparse demasiado de la nula preparación de los colonos, y al mismo tiempo ha sembrado la desconfianza en la zona con una cierta política de zapa al parecer tendiente a dividir a los grupos. Esta es la impresión ·que recibimos nosotros, que quizá se deba a la poca claridad de objetivos y a la falta de una po– lítica de cartas arriba. Se comenta mucho el mismo Plan Pi– loto del Proyecto Shushufindi creado por el Gobierno y en el cual se han invertido grandes capitales, que hasta el presente anda fluctuando. Dicho Proyecto comenzó con 45 familias aproximadamen– te, traídas de la Sierra, y actualmente cuenta con 25. Nosotros creemos que el Proyecto tiene sin lugar a dudas su razón de ser, y es plausible en la mente de quienes lo proyectaron; pero lo obscuro nos parecen las condiciones en que ese Proyecto 21

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