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L . 1 !;'. . l. , ·: ': (:' -86- viado con otro religioso a pedir limosna por los pueblos · de la ribera del Ebro, llegando a la villa de Córtes. Al llegar a la casa donde sólían hospedarse se encontraron con que la patrona y sus criadas se hallaban llenas de tenio·r, pues unos militares que se alojaban también allí, intentaban hacerles faltar a la honestidad. · Fr. Francisco .llamó a éstos aa atención con graves palabras; pero ellos se burlaron .de tales advertencias, salpicando sus dichos con blasfemias y obscenas frases, y, como muestra de que iban a poner por obra sus villanos intentos, uno de ellos echó mano a una de las doncellas. Ante tamaña bellaquería, revolviósele la sangre al antiguo don . Tiburcio, y blandiendo su bastón de peregrino a guisa de tizona, dió contra los desvergonzados huéspedes. Estos desenvainaron sus espadas, pero el capuchino, que siempre había tenido gran des– treza en el arte de la esgrima, esquivó con agilidad sus estocadas, aporreóles a ·plaoer y [es ·propinó tal tanda de puntapiés y cintara– zos que les hizo rodar por la ·escalera. Se encontraba de portero en el convento de Peralta. Varios jó– venes galanes del pueblo daban escándalo <con unas criadas a la puerta del ccmvento. Fr. Francisco les afeó su conducta, pero ellos, lejos de renunciar a sus excesos, tiraron de sus espadas, all).ena- . zándole con ponerle la cabeza a los pit's. Esta baland'Tonada despertó el ardimiento de Redín, y agarrando la escoba, que sin duda ten– dría un recio palo, desalojó las inmediaciones de su portería de aquellos molestos visitantes Más tarde (1641) fué destinado a Zaragoza. Una tarde en que marchaba por el Coso de dicha ciudad, con cuatro cántaros para el convento, dos en la mano y dos bajo los brazos, le encontraron su hermano don Martín, Gran Prior de Navarra, y el Virrey de Aragón, quienes iban en coche. Mandaron a un lacayo que fuera a decirle que le esperaban y que podía entregar a dicho lacayo los cántaros para que se los llevase al conv.ento. Se acercó al co– che, pero por más instancias que le hicieron no consintió en entrar en él ni en dejar a otros su carga. Viendo la. negativa se apearon Virrey y Gran Prior, y uno a cada lado del lego fueron con él con– versando hasta llegar al convento. Al poco tiempo de esto, don Martín, que se encontraba de paso en Molina, enfermó gravemente y pidió a los superiores de su hermano que le permitiesen que acudiese a asistirle. Obtenida la licencia salió de Zaragoza el hermano a pie, en compañía de su tocayo en religión Padre Francisco de Pamplona, predicador de la provincia.de Navarra. En el mismo ca:mlno tuvieron dos encuentros interesantes: pri- , ... ·:·, .. : ...' . \. ;,;, , ·

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