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CAPITULO XIV ENAMORADO DEL DOLOR Nuevas pe=lidades.-De porter~ en Peralta.-Cómo apaleó a va– rios soldados escandalosos.-Moncalieri se niega a acceder a la petición de lo$ TUlvarros.-Germina en Fray Fraw;isco la vocación misionera. Bien puede deducirse de lo expuesto en las líneas precedentes que el penitente lego de Pamplona gustaba de apurar a grandes sorbos el cáliz de la tribulación. El había intervenido con la mejor buena fe del mundo en el : sunto de la s.eparación, y en pago no recibía más que contrarie– dades e incomprensión, patrimonio necesario de las almas elegidas. Bien pudo repetir lo que había cantado el siglo anterior aquel otro enamorado del dolor, Juan de la Cruz: Quien no sabe <le penas En este triste valle de dolores Ni sabe de buenas Ni sabe de amores Porque penas son traje de amadores. Es cosa que 'edifica el considerar el vencimiento de sí mismo en que tuvo que ejercitarse el buen lego para aguantar tan duras pruebas, sín otro apoyo ni consuelo que la confianza en Dios. Porque no vaya a creer el lector que el hábito de Fr. Francisco tenía poderca de prestidigitación; quiero decir, que por el mero hecho de vestirlo ni quedó él ni nadie puede quedar despojado, uipso facto>J, del pesado lastre del hombre viejo. Quedaban en su ínterior los rescoldos de ·aquel su antiguo carácter de fuego, pero él lo sofocaba y solamente lo dejaba brotar en ocasiones en que así convíniese a la mayor gloria de Dios. Tales son las dos que vamos .a referir. Hallándose de residencia en el convento de Tudela, fué en-

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