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.\ ' -82- No. será süperfluo el advertir (a fin de que nadie se escanda· lice e interprete de ma1a manera· las disensiones que vamos a refe– rir) lo que advierte Huarte «que debe tenerse en cuenta las costum– bres .de aquella época» en que el sentimiento regionalista se ma· nifestó en las Or,denes Religiosas y organismos eclesiásticos y po– líticos. De ahí que los sucesos que van a ser referidos no puedan em• pañar lo más mínimo el brillante e ínmaculado historial de la Orden Capuchina. · Al adquirir importancia la Or.:len Seráfica entre los navarros, era de temer la supremacía de éstos en la provmcla religiosa a la que estaba adscrita Navarra, por lo cual lo!; superiores de la Orden comenzaron a destínan para las fundaciones de Aragón lo.s ahun– .dantes recursos que en aquélla se obtenían. De ahí que rechazando los ofrecimientos de Viana y el de Tafalla (del cual hemos habla– do), que anhela·ban dar cobijo a conventos de la Orden, se afana- . sen en crear conventos en Aragón. De · ahí nació en los relígiosos navarros el deseo de que su Província Seráfica se escindiese de la de Aragón, el cual deseo va ·a ser la causa del famoso pleito que vamos a detallar y en el cual nuestro Fr. Francisco íntervino de tan señalada manera. Alegaban los aragoneses, en disculpa de su modo de proceder, que era de temer que con la separación de la província de Nava– rra, se suscitaran ~ncillas y divisiones dentro del seno de la Orden y además (y esto más especialmente) viniese a menos la ayuda económica que para el sostenimiento de los conventos de Aragón, suponían los recursos de la de Navarra. · En la época crítica de estos acontecimientos fué cuando nues– tro Hermano Francisco hizo su profesión religiosa: Tuvo ésta lu– gar en agosto de 1638 (probablemente a fines de dicho mes), des– pués de terminado el año de noviciado bajo la dirección del ya conocido del lector Padre Maluenda, que fué el maestro de Novi– cios en los seis primeros meses, y más tarde, con el R. Juan de Roda, quien ·le sustituyó en los dos cargos de Maestro y de Guardián. Buscando los Capuchínos navarros, alguna persona de relieve que íntercediese por ellos en el asunto de la separación, se acor– daron del gran papel que por su antigua autoridad podía desem– peñar Fr. Francisco, quien, lleno de la mejo·r voluntad, aceptó el encargo que se le daba, deseoso de contribuir a la pacificación de .los espíritus. El espíritu de discordia se había ido íntroduciendo en las antes pacíficas comunidades de Aragón y Navarra, llegándose al extre- . ··' ··• ¡ - -~ ' ' .¡ j ·¡ i F·'

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