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CAPITULO XII LA VOCACIÓN RELIGIOSA Hacia mayores destinos.-En el noviciado de Tarazona.-Lo que pensaban en Madrid.-Ejemplar novicio.-Los superiores le reco– miendan moderación.--Otorga testamento...:.....Sus deseos de hacer una fundación en Tafalla y negativa que recibe.--Santo tenor. de vida. «Nunca segundas par~es fueron buenas», afirma el conocido adagio castellano. Pe11o la conducta de nuestro biografiado en la segunda parte de su vida es un rotundo mentís a la citada sentencia. La primera parte de su existencia es la de un hombre egolá– trico, que atropella, si a mano viene, todo derecho divino y humano. En cambió .la segunda es el reverso: vida de abnegación en aras de la gloria de Dios y del provecho del prójimo. No había nacido para ser una medianía; si hasta tJntonces ha· bía·sob11esalido en los caminos del mal, en adelante destacará en los de la virtud. Hete ya a nuestro hombre admitido en la Orden Capuchina. Se hallaba don Tiburcio ·en la plenitud de los cuarenta años, pues los cumplió el 11 de agosto de 1637, a los quince días de su ingreso en el convento. Edad de plenitud, no de formación, y, por ende, poco propicia para que el hombre varíe de modo de ser. Por eso asombra el contemplat: la transformación tan honda que en tan madura edad se obró en el fervoroso penitente. ¡Qué lastre de in– veterados hábitos los que había de echar por la borda! · Al tomar el hábito, el 26 de julio de 1637, tras unos días de preparación, cambió su nombre, según es costumbre en la Orden Seráfica, llamándose desde entonces Fray Francisco de Pamplona. Desde el noviciado escribió al Conde-Duque comunicándole su ingreso y diciendo «haber reconocido la mala fe con que se trata el servicio de S. M., las maldades y bellaquerías que pasan en él

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