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.. ·-.·.· PROLOGO 1 Me enconlraba conversarrdu fUJ hace mucho con un. aiStlnguido navarro y diligente investigador de archivos y documenlos an– tiguos. lncidentalmerúe nombré durarúe nuestra conversación al per– sonaje que describo en estas páginas, a lo que mi interlocutor repuso, con semblante de cierta indiferencia: -Jamás ha llegado a mis oídos ese nombre. Pasmado quedé ante tan inopinada salida, y más cuando decía que era persona competente en achaques de Historia y tenía publi– cado un notable trabajo de investigación histórica sobre una gran figura navarra. · Erúonces me vino a la memoria lo que con fecha de 12 de ene· ro de 1940 me escribía Mr. /ules Le }eune Münsbach, antiguo Ministro Plenipotenciario del Rey de los Belgas: «La figura de don Tiburcio de Redín siempre me ha interesado en gran manera, taTúo más cuantO que era completamente desconocido en Bélgica. Eseo es lo que me movió a publicar un lib'rito sobre dicho per– sonaje.>> " ¡Desconocido en Bélgica! >> j Qué tiene eso de eatraño cuamlo en España y hasta en Navarra, su patria chica, es desconocido de la mayor parte de sus paisanos! . Los historiádores navarros, salvo dos o, tres honrosas excep– ciones, han prestado poca atención al personaje que describimos en este libro. A pesar de haber nacido en uno de los hogares más esclare– cidos del país, a pesar de haber desempeñado importantes cargos en la carrera de las armas, a pesar de haber sido en la Religión uno de los misioneros más activos y celosos del siglo XVII, su fiambre ha permanecido ignorado de la inmensa mayoría de los IUJVarros. Ni siquiera en Pamplona, .su ciudad natal, existe una calle que Ueve el nombre del hijo preclaro que nació denlro de sus muros. Extraños a Navarra han sido los que, con sus obras de divul- Cl ) t .. ,

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