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CAPITULO XI CAMBIO DE RUMBO Una salida a extramuros.-Consulta la vocación.-El Padre guar· dián le somete a varias pruebas.-Llega el permiso del Padre Pro– vincial concediendo la admisión.-Ultimas despedidas.-De Pam- plona a Tarazona.-Adiós al mundo. Bajar de Pamplona al convento de PP. Capuchinos de extra· muros es irse desprendiendo y alejando del mundo para internarse y .esconderse en una mansión de paz y de sosiego, donde mora la virtud personificada en los humildes hijos de San Francisco y em– briagarse con las suaves emanaciones de los restos y reliquias de santos y venerables varones que santificaron con su vida aquellos lugares, aquel templo y aquellas celdas, crujías, claustros y co– rredores. Hacia allí se encaminó don Tiburcio. Bajó por el Portal de Francia y cruzó el puente llamado de San Pedro. Pamplona se fué quedando lejana, sobre los muros que la cir– cundan, altiva allí en medio de su vega; sus hermosos alrededores la festoneaban de verdores; el sol de aquel atardecer de mayo en un cielo de purísimo azul, caldeaba los campos de la cuenca de la vieja Iruña, y en el cielo radiante, destacaban las cúpulas y cam– panarios de la ciudad. Llegado que hubo al convento, sacudió Redín nerviosamente la campanilla. Pasos al fondo del corredor y en seguida un lego de semblante ingenuo le franqueó la entrada. Era guardián el Padre Francisco de Calatorao, célebre predica– dor e ilustre teólogo; pero sobre todo--como ya hemos antes in· dicado--un santo varón y profundo conocedor del corazón humano. Al saber quién era el visitante, sorprendióse un tanto, pues ya habían llegado hasta sus oídos las famosas andanzas del caballero pamplonés.
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