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r ., .~· f.: .¡ ¡ ¡ ' , -62- mi serviCIO he mandado que... el Marqués venga a mi Corte»: Así dice el Real Despacho firmado en Madrid por el Monarca. . Fué sustituído en el Virreinato por don Fernando Andrede y en el mando de las fuerzas de la fronteJa por el Duque de Nochera. ¡Huir de Scila para caer en Caribdis!. Si malo había sido el man· do de Valparaíso, el de Nochera continuó empeorando las cosas. ·La campaña no hacía progresos de importancia, y aunque a menudo se enviaban refuerzos, desertaban muchos soldados. Ade· más, el Duque de Nocllera era persona de corrompidas costum· bres, y era tan público su modo de mal vivir, que era escándalo de todos. Para atajar la continua deserción de los soldados dió órdenes muy severoas, que no lograron el efecto apetecido. Favo– reció a los que le adulaban, con detrimento de otros jefes a quie– nes postergó. Entre sus favorecidos estaba don Luis Ponce, Mae~tre de Campo y por ende de la misma graduación que Redin. Este no pudo menos de recibir un profundo desengaño al ver que un advenedizo como Ponce era preferido a un veterano como él, que había sostenido el peso de la campaña. Tan amargo desengaño fué lo que más principalmente hizo cambiar más tarde el rumbo de su vida. Ya no era don Tiburcio el autor de las locas aventuras que hemos ido contemplando en sus años mozos. Sea porque fuera disminuyendo a una con la edad el fuego de las pasiones, sea porque le asquease ver en sus rivales (ya que don Luis Ponce !lila tan estragado en costumbres como el ,Duque de Nochera) los mismos vicios de que hasta poco antes él mismo adoleciera, lo cierto es que la conducta moral de don Tiburcio en estos últimos años era buena, y, en especial, durante la cam· paña de Francia fué ejemplar. A pesar de la injusta postergación de que el Duque de No– chera le hizo víctima, don Tiburcio seguía cumpliendo exactamente lo~ deberes de su profesión.

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