BCCCAP00000000000000000000247

-35- Otro suceso parecido tuvo lugar en Sevilla. Un soldado ~ la compañía que mandaba don Tiburcio tuvo una pendencia con otra persona, a la que dió muerte. Detenido el criminal y llevado a los Tnibunales, fué condenado a la última pena. Los subordinados de Redin le notificaron en el acto el triste suceso; pero él se hizo el desentendido, como de cosa con la que no le ·iba nada; mas cuando llegó el día de la ejecución de la fatal sentencia, recibió el presidente del Tribunal una misiva de Redín, en la que le exigía que sólo a él pertenecía por el fuero militar la instrucción del expediente (el procesamiento del acusado), y que, por tanto, le entregaran inmediatamente al reo. Corno es de suponer, el fiscal rechazó indignado tal exigencia. No tardó Redín eri presentarse en la Audiencia. Venía rodeado de una fla. rnante escolta de arcabuceros. Intimó de nuevo la entrega de su súbdito. Los jueces renovaron la negativa. -¡Pues me lo entregaréis, queráis o no! Y al decin esto Redín manda desplegar a los arcabuceros, quienes se disponen a ayudar a su jefe al ver que éste, espada en mano, se prepara a lanzarse sobre los jueces. Estos claudican. -¡Ahí tenéis al reo, haced de él lo que os plazca! Y dejan al soldado en manos de don Tihurcio. Este se lo llevó al Cuerpo de guardia, pero nuestro hombre, a quien ya había amargado un poco las continuas negativas de los magistrados, volvió de nuevo a la sala judicial. Suponía él que magistrados y alguaciles habrían quedado profiRiendo denuestos contra él, y por eso ~olvía dispuesto a hacer un escarmiento ·ejemplar contra el que osase hacer la menor ofensa contra su persona. No le dieron pie para ello. Los alguaciles pusieron punto en boca y los magistrados se dieron prisa a montar en sus coches, antes que el fiero don Ti– burcio les hiciera objeto de una nueva humillación. Y corno al llegar Redín los encontras.e subiendo a sus carruajes, tuvo él aún la burlona galantería de doblar a su paso el espinazo, dándoles zumbonas muestras de cumplida ·cortesía. En contraste con este sistemático desprecio a los ministros de la . autoridad humana, se obs.erva en él un profundo respeto a los ministros del Señor, aun con los que no le eran gratos. Se hallaba en otra ocasión jugando a la baraja con un ecle– siástico. En el ardor del juego disputaron sobre una de las juga– .das, y parece ser que el clénigó dirigió a aquél algunas palabras ofensivas. Don Tihurcio se quedó un momento perplejo; luchaba. en su interior, por un lado, la veneración que sentía a todo

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz