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-28- ) de Indias. Era esto en 1620. En febrero de 1622 hace servicio junto a la nave capitana que mandaba el también navarro Mar– qués de Cadreita. En dicho año, España termina la tregua de doce años con Holanda y la lucha marítima comienza con nuevo vigon. Dos meses después (abril 1622) recibió el encargo de "marchar a la Is.la Margarita (Sotavento), al norte de Venezuela; a traer perlas y tesoros. La empresa era de riesgo. Los piratas, enemigos de España, se hallaban siempre al acecho a fin de «atracan> a los navíos españoles que, cargados de tesoros, regresaban a la Penín– sula. A bordo del buque «Espíritu Santon realizó a perfección su cometido, y pasó a Madrid a dar cuenta al Rey del resultado de su gestión (junio de 1623). El Rey Felipe IV recompensóie, otorgán.dole el hábito de San– tiago en 21 de enero de 1624. El tiempo que le dejaba libre la guerra lo solía distribuir .entre Madrid y Sevilla, ciudades que, por lo tanto,·fueron testigos de sus locas aventuras. La aureola con que la fama popular rodeaba a sus bélicas hazañas, unida al favor y la admiración que le profesaban muchos altos p.ersonajes de la Corte, así como el mismo Monarca, le hicieron durante una época ser la admiración de la multitud. El gustaba de rodearse de una camarilla de compañeros de sus fatigas en la guerra y de sus calaveradas en la paz, quienes jaleaban las arrogancias de nuestro hombre y .vivían de su pro– digalidad. Considerado en lo físico, era de gallardo continente, fornido de. cuenpo, aunque su estatura no era más que regular. Rasgos . del semblante pronunciados, bigotes de ·altas guías y barba cor– tada en punta, larga melena de color castaño, cuyos extremos in– feriores llegaban hasta el cuello de encaje, y, por fin, unos ojos de fiem mirar; todo lo cual daba a su bizarro porte cierto aire de insolencia. Este eM el hombre que tanto quehacer daba a magistrados y alguadles encargados de velar por el orden públicó. De los alguaci– les, sobre todo, solía decir él mismo que les tenía nativa antipatía, por !Jo que su mayor gusto era andar en altencados y go•lpes con ellos. De casi todos los tumultos que se armaban en teatros, plazas de toros y paseos, él era el principal causante, y, de no ibaber sido por ra gran simpatía que le profesaba el Monarca, es indudable que hubiera págado muy caros sus insensatos atrevimientos. De lo cual se deduce que sus defectos hacían oscurecer otras buenísimas cualidades que poseía, pues e:ra sincero, leal, activo y sobre todo desinteresado.

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