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-27- por lo cual Felipe III lo hace reemplazar por don Pedro de To– ledo, quien continúa la campaña con· vigor. Es entonces cuando el joven Redín llega a Italia, pero al verlo tan niño no le admiten, hasta que a fines del año siguiente (1613), le permiten .los jefes que siente plaza ·de soldado, a los dieciséis' años de edad recién cumplidos. Ya estaban colmadas sus aspiraciones. Pronto recibiría el bau· tismo de fuego, que para él había de se~ también bautismo de sangre. ·. En efecto, Toledo cerca a Vercelli. Difícil empresa. Entre los . sitiadores estaba don Tiburcio, ansioso de darse a conocer. La ocasión 'le víno como anillo al dedo. Con objeto de desalojar al enemigo de un r.educto que llamaban de San Andrés, pidió Toledo . veinte voluntarios elegidos. Entre ellos se presentó y fué acep– tado nuestro joven, y tan a maravilla se portó en la difícil opera– ción-en la que salió gravemente herido--, que le ascendieron a alférez, destinándolo a la compañía que mandaba su hermano Mi– guel. Al fin se tomó Vercelli, tras seis meses de cerco, volviéndose a destacar Redín, desbaratando un convoy de municiones que el Duque de Saboya enviaba en socorro de la plaza. A la conquista de Vereelli siguieron las de otras plazas importantes, hasta .que Carlos Manuel, viéndose en trance apurado, solicitó la paz. Pero el temperamento ínquieto de nuestro joven no le ·permitía resig– narse a ser un vulgar oficial de guarnición. Era para él demasiado tranquila la vida en Italia una vez firmada la paz. HáJ:,ía marchado él a Italia a guer>rear, y en los cuatro años de campaña había comenzado a paladear el sabor de la gloria mun– .dana y la vida de campaña probaba muy bien a su carácter. Obte– nida la Real licencia, embarcó para España a fines de 1619. De él puede muy bien decirse lo que Lorenzo Gracián escribe e¡t una de sus obras de otro eminente capitán español: <<No hizo noviciado de fama; síno que el primer día profesó ínmortalidad; fué antes conocido por héroe que por soldado.» El trato con aquellos soldados, muchos de ellos aventureros y veteranos de las campañas de Italia, de Flandes y de las Indias, forjó aún más duramente el temperamento de Redín. Sin embargo, era generoso con los débiles que, reconociendo su ínferiorodad, buscaban su protección, y sólo se enfurecía con aquellos que se presentaban como contrarios, a los cuales· vejaba eón ademanes de perpetuo triunfador. Instalóse en Madrid y en seguida comienza para él una rápida carrera de humanas glorias. Entra al servicio de la flota y comienza a servÍII en la carrera

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