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\ \ -23- 7.• Rosa. Nacida en febrer·o de 1595. Contrajo matrimonio en ·~629 con don Fausto Francisco de Lodosa y Navarra-Mauleón, Se– ñor de Sa¡:ría (1) y Larrai:n. Como se había extinguido- la línea varonil de los Redín, ya que los dos únicos varones que quedaron en estado secula11, Miguel y Martín, permanecieron solteros, recayó en don Francisco de Lodosa y Redín, hijo de don Fausto y de doña Rosa, el título, mayorazgo, bienes y derechos de esta ilustre familia. Víctima de la epidemia que se desarrolló en 1637, falleció doña Rosa .en 14 de noviembre de dicho año. Ya hemos hablado en el capítulo anterior d'e la renta que en atención a los méritos de su padre se le otorgó para dicho matri– monio. 8.• Carlos. Nació en 1595 y murió siendo de corta edad. Y cerrando esta honrosa lista de hermanos llegamos al •benja– nún, al famoso don Tiburcio, al ilustre Barón de Bigüezal, al que llamarían por antonomasia, andando el tiempo, en el mundo «el Júpiter Hispano>> y en el claustro «el Capuchino Españoh. · En difíciles circunstancias quedó doña Isabel a la muerte de su esposo. Privada de su amparo, tenía que sacait adelante a su numerosa prole en aquella apurada situación económica. No des– mayó por ello. Mujer de fe viva y de temple varonil, orgullosa de la grandeza y hechos heroicos de sus antepasados, que recor; daba a sus thij•os en las tertulias familiares, se impuso la obliga. ción de suplir en la educación y formación de sus hijos el hueco que la mue11te de su marido había dejado. Sin embargo, justo es confesarlo (y lo decimos bien alto, que es nuestra norma la imparcialidad y .Jo será también al enjuiciar los hechos de nuestro biografiado, tanto favorables como adversos), la férrea disciplina a que doña Isabel sometía a sus hijos era más que cristiana cesarista. Bien está el rigo11 cuando es menester, pero por los datos que tenemos, doña Isabel. exigía el rigor por sistema. Y eso es poco cristiano. No es de extrañar, por tanto, que nunca les pudiese tolerar (y esto aun siendo mayores de edad) que estuviesen 'cubiertos o sen– thdos en su presencia. Más de una vez dijeron sus hijos que la temían a ella sola más que a numerosos escuadrones. Y lo decían después de haber probaqo ·en su cuerpo la metralla batiéndose en lejanas tierras. Cierto día, siendo don Martín ya Gran Prior de Navarra, se hallaba sentado a la .mesa con su madre. Desnuidóse aquél en diri- ( 1) Puyo], a quien por lo visto «no sonaban)) los nombres navarros, dice Sarriá. No hay tal ; no es Sarriá (provincia de Barcelona), sino Sarria, pe· queño lugar de 30 habitantes (provincia de Navarra), cabe Puente la Reina. ' ' .,
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