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' .:....113- ojos del Hen;nano Francisco, quien, muy ajeno a lo que· de él 1 hablaban aquellos hombes, recostado ~ la borda, rezaba en su breviario. El cielo ·estaba cubierto de espesas nubes, privando a los nave-· gantes de la luz del sol, que era sustituido por la de los relámpagos. Los tru.enos comenzaban a dejarse sentir; las olas avanzaban como montañas que pretendieran sepultar en BU seno a toda la embarcación. · . · Y Francisco de Pamplona D:o abandonaba su pues.to. Temió Montano por su vida, y acercándose a él, le dijo: -Poneos al abrigo de la tempestad; vuestra existencia peligra y faltaría a mi deber si, como capitán del buque que soy, no os advirtiera que os retiraseis de aquí. El ·aludido le miró como si no le eñtendiera. Y Montano, maravillado, le preguntó: -Qué, ¿no sentís el balance~ del barco y los terribles golpes que recibe? ' -Sí, todo lo siento; pero decidm.e, capitán: ¿no habéis pen– sado nunca en las convulsiones del infierno? 1\Jes s.i queréis con– templar en la grandeza de la tempestad algo del poder de Dios y ver que todo esto no es ni UI). gnano de arena, dedicad vuestra atención a las penas de los condenad~... Considerad que en el embate de las olas, en el resplandor de los relámpagos y en el .estampido del trueno, se ve la mano de omnipotencia divina, mien– tras que én los abismos infernales sólo se ve a Lucifer. -Sí, pero... -Sólo debe haber una cosa que intimide al hombre: verse privado de Dios. -As~ lo creo; pero debéis atender mís obsenvaciones, de igual modo que en lo espiritual yo cumpliré las vuestras, -¡Mandad!. · · -No mando; aconsejo lo que por experiencia, vos, mi antiguo y querido jefe-y Montano al decir ·estas palabras recordó men– ta~en~ los gloriosos triunfos navales de su antiguo capitán-, sabéis mucho mejor que yo. Abandonar este punto es un acto de pnudeiÍ.CÍ!I. Fray Francisco inclinó la cabeza y se retiró a su departamento. ' Y ·mientras las nubes pretendían aplastar las olas y éstas .re– montarse sobre aquéllas, y el huracán ·desencadenado silbaba, y la . oscura noehe lo envolvía t<>do en su negro crespón de luto, el ca– puéhino, en medio. de los amedrentados tripulantes, les .hablaba de las venturas O.el 'cielo y ~ la gloria prometida a los hon;ilires de . bu~na voluntad. ,: .,., ' .i.'' . \
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