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-102- tnidente sonar de los instrumentos gu.erre.ros, hicier<>n creer al pirata que la nao de los católicos se hallaba guarnecida por tripu- lación numerosa y decidida. . Renunciando, pues, a una refriega de dudoso resultado, se alejó. Pero fué tal su despecho al ver a los pocos momentos que los nuestros desembarcaban en Pinda, que les largó dos cañÓna– zos, que, por fortuna, no hicieron blanco, y que semejaban salvas de honor hacia el lego navarro, que con su genio gu~nrero aca– baba de salvar toda la expedición de un final desastroso. El desembarco se efectuó el 15 de mayo de 1645. La travesía había durado cerca de cuatro meses. Jubilosa fué la acogida que los indígenas tributaron a los evan– gelízádores. Saltaban de contento, y d~ndo palmadas clamaban: «Gan~a, gan<;a, pungu, pungu», que en su lenguaje equivale a j Sacerdotes de Dios, Sacerdotes de Dios! Escoltados por el triunfal cortejp que desde la misma playa les formaron los negros; llegaron a la bauza-nombre que en aquella región dan a los pueblos-de San Salvador, donde fueron solem– nemente recibidos por el rey de aquellos negros, al que mostraron lar,. Letras Testimoniales del Papa. El éxito feliz dll esta Misión sobrepasó los cálculos más opti– mistas, cosa no extraña, pues también en nuestros días han segui– do siendo aquellas regiones del Congo unas de las más dispuestas a recibir la fe de Jesucristo. De las estadísticas hechas en 1947 se deduce que Africa Centra:! · ha sido la primera región del mundo en el porcentaje de con– vertidos. «La mies es, en verdad; mucha, pero los operarios son pocos.» Esta fnase del Divino Maestro ha sido siempre de actualidad. La zona de.!a Misión era muy extensa, los infieles por convertir y los catecúmenos a quienes instruir, numerosos, y en cambio los mi– sioneros eran 12 solamente. En vista de lo cual, el P. Prefecto encargó a Fray Francisco que volviese a Europa en unión del P. Sessa a gestionar el aumento de misioneros. Embarcáronse en la misma nave que los había llevarlo, pero ya en alta mar encontraron una embarcación más rápida que la suya, cuyo capitán, que era por lo que se ve hombre generoso, se ofreció a llevarlos a Londres, a donde él se dirigía, sin querer acep– tar gnatificación alguna. Arribaron a Londres el 4 de marzo de 1646. En estado bien poco halagüeño encontraron los religiosos la capital de Inglaterra. La persecución contra los católicos iniciada ......

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