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. -101- sus ·velas, se aproximaron .a Pinda, puerto situado a!' oeste del Congo. Se divisaban .ya los •edificios cuando he aquí que grita un vi· gía: « ¡Piratas a lá' vi~ta! » · En efecto, un bajel ~olandés,, cuya única misión es la de obsta· culizar el comercio español, se divisa por estribor. En cuanto apercibe . al buque español se aproxima a toda velo· cidad, y ya cercano, levantando la voz el capitán pirata, pregunta al español la causa de su presencia por aquellos parajes. Se la da aquél, pero el holandés, no juzgando satisfactoria la respuesta, abre las troneras, dando a entender que se prepaiUiba 11 cualquier evento. No ·hay, pues, opcióin: o entregarse o luchar. El capitán español, pacífico jefe de buque de transporte, inex: perto por ende en achaques bélicos, no se atreve a asumir la res· ponsabilidad de un combate. Al ver el Padre Prefecto las vacilaciones del capitán y a punto de malograrse la expedición misionera conseguida a costa de tantQ5 sacrificios, se acuerda de la pericia del antiguo Tiburcio de Re·' din, y ruega a éste que, con el fin de salvar a la Misión, sea él .quien diri:ja la lucha. . Un poco de reparo por pa~e del lego. Había abandonado el mundo y, por tanto, su campo de combate no es otro que el de , la salvación; su .enemig·o•, Satanás; sus armas, la Cruz y el Evan· gelio. Tiene que ordenárselo el Padre Alessano en virtud de la santa .obediencia. Al oír esta palabra, Fray Francisco no duda un punto, y despojándose del hábito, se ·reviste de coraza, se cala un casco y empuñando la espada, dicta las medidas de combate tan acertada· mente como pudiera hacerlo el más experimenta•do almirante. El enemigo, que esperaba que la nave católica se rindiese a discreción, se inq'llieta al ver los preparativos ordenados por el fraile. Finge, pues, el pirata que marcha en busca de refuerzos, vase y vuelve a aparecer; así var.ias veces, con objeto de intimidar • al español. Pero Redin era marino demasiado experto para dejarse enga· ñar por tales añagazas. Visto lo cual, el capitán holandés se hace llevar en una chalupa a bordo del navio hispano y vuelve a in· , quirir las intenciones del nuestro. Durante el tiempo que duró la estancia del protestante, Fray Fráncisco ordenó a varios hombres que te~ía escondidos que ar· masen gran tum'Ulto 'de voces y ruido ·. de armas. Así lo cumplieron, y una gritería de mil diablos, unida al es· .· .. ··" ···:;

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