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' ~l"~' '. ' ., '~ . !'!; ~; . ,. ' ~· CAPITULO XVII jMISIONERO! Rumbo al centro de Africa.-Frar Francisco salva a la expedicwn de caer en manos de los piratas.-Pie a tierra de.spués de cuatro meses de navegación.-/ubilosa acogida que les tributan los indí– genas.--Opimos frutos.-Retorna a Europa.-Hambre de martirio. En lps calabozos de /:,onxlres.-Proscritos.-PetPgrinando por Francia r España.-Muere el P. Sessa.-Llegan a Roma. Por fin, el 20 de enero de 1645 levantó anclas el bajel que con– ducía a los misioneros. Cuántas fueron las dificultades que antes huho que vencer y cuánta fué la actividad y destreza de nuestro lego en resolverlas nos lo acredita una carta escrita dos días antes del emharqu.e por el Prefecto P. Alessano y dirigida al Se– cretario de la Congregación de Propagand¡¡ Fide, en la que reco· mienda una vez más el celo y ac~ividad de Fray Francisco, «sin el cual-dice el P. Alessano--todo hubiera caído por tierra». Animo de héroes se necesitaba para embarcar en las naves en que viajaban los heraldos de Cristo en los siglos XVI y xvrr. S~ pequeño tonelaje y su lento navegan los exponían a gravísimos peligros. La carabela~n que se arriesgaban descubridores y mi– sionero~ra un barco de vela de ,20 a 30 metros de largo poi' ocho de anchura y alrededor de lOO· toneladas de cabotaje. La «Carraca», que tal era el nombre que se daba a la más usada de las naves para las largas travesías, solía tener unas 1.000 tone-• ladas. Se hacinaban en ella varios ,centenares de personas, quienes no raras veces enfermaban y morían bajo los efectos de un sol ecuatorial. En una de estas «carracas» emprendieron los misioneros la travesía. Esta se efectuó con la lentitud propia de las embarcacio– mis de aquella época. Tras una calma chicha de varios días, en que la nave estuvo ~in moverse en espera de la brisa que hinchase

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