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-liS- la puso á prueba, amenazándole con quitársela, si no cumplía sus mandatos: y Dios que vé moverse las cosas antes que sean, vió ab wterno, el movimiento de lavo– luntad de Adan y la consumación de su pecado y las consecuencias que seguían á toda s1' posteridad, que no eran otras sino la desnudez, el pecado, la muerte: En vista de esto, compadeciéndose del género humano, quiso perdonarle y restaurarle, y para hacerlo según los derechos de su justicia decretó la Encarnación que– riendo que su propio Hijo, fuese hijo del hombre caído, y que tomase carne de una de las hijas de Adan; á partir de este nuevo acto, ó segundo decreto divino, una de las hijas de Adan, es ya Madre de Dios, desde entonces entra en nuevas relaciones con Dios, quedando elegida para la mayor dignidad que se puede dar á una pura criatura. Y Dios que da las gracias según la perfección que cada uno ocupa en la escala de los seres, debió pensar en adornar á María de todas las gracias que como á Madre de su Hijo le correspondía. Pero fij émonos bien, que tya está decretado Jesucristo Redentor del humano linaje, y por tanto aparecía ya ante Dios, colgado de un madero, hecho hostia de propiciación para la remi– sión de los pecados del mundo. Luego desde entonces, los móritos previstos del R edentor, pudieron intiuir en su Madre, y sabemos que de hecho influyeron, librán– dola del pecado original. ¿Y no pudieron influir para sacar á María de la ley general del pecado, en la cual estaúa incluida por el primer decreto divino? Según la opinión tomista María debió contraer el pecado original porque pecó en Adan, y pecó en Adan, porque fué incluida como los demás en el primer decreto de la trasmisión de la gracia ó del pecado; esta es la raíz, la causa, el por qué Maria contrajo el débito y la obliga· ción de contraer el pecado; luego si antes de incurrir en esa obligación, se le saca á María de la ley comun, no contraerá el débito, y no lo contraerá precisamente por haberla sacado de ella, impidiendo de ese modo que lo contraiga; y haciéndose esto por los méritos de J e– tiLLcristo, tonemos una verdadera r<.~dención; María deu0
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