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r <:),__ - . 11 11 ¡¡ '1 1 ¡: ,! li 11 i \ para defender el honor de María con fábulas y mentiras:!! tuvo que lucha r frente á frente con los defenso res de Jua n de Montesón. Si pues en tiempo de S. Bernardino era ya conocida esta historia, éralo también en tiempo de Escoto . Dos generaeiones habían pasa do sólamentc de ene– migos de María Inmaculada; si los segundos no oyeron por vez primera la historia del suceso de París, la a prendieron de sus antepasados con– temporáneos de Escoto y enemigos como ellos de la opini ón piadosa; y ¿cómo éstos dejaron pasat· un a fábula qu e ta n abiertamente diezmaba las filas de sus soldados? No es pues Wa ddingo, no es Pavello, no es Pclbart el más antig uo tes– timonio; son los mismos contemporáneos del 1 Doctor S util; es el Cardena l Aureolo clisdpulo oyente ele Escoto, es Juan Hac!Ín contemporáneo de Am·colo quien escribi endo por los años de 1340, decía, "no hace muchos años que hubo una gran disputa en la Universidad de París; y se determinó que era santo celebrar la fi esta de la Concepcion Inmacul ada de la Madre de Di osn(1). ¿Queremos más explícito testimonio? (2) . He aquí, Señores, mi conclu sión; la lii:;toria del descnvoluimir>nttj d el do,gnw de Jl;!arfa hz- (1¡ In IV, dist. 11, q. 4-, a. H. 1 (2) El que quiera más testimonios puede verlos en la Apo– logía del Doctor Sutil escrita por el R. P. Querubín de Car– cagente, donde cita varios y algunos de ellos Dominicos que se opusieron al P . Natal Alejandro empeñado en combatir este hecho. Apolog. ele! D. Sutil Edit. 3.a pag. 151. 1 11 _::.....____:. ~:-:r\::'> .f 6 • 1 •

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