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-141- los cetros, toma la ciudad del Pontificado y arro– ja de ell a a l sucesor de S. Pedro ..... Mas esta es la hora de Dios. Este es el momento de mostrar '' que sus pa labras son pa labras salidas ele la boca ,, del Omnipotente (1). Este es el momento destina- ' do por el Eterno para dar á Iv1 aría la gloria de un nuevo triunfo , la g loria de aplastar una vez más la cabeza de la serpiente infernal. De todos los pueblos cristianos óyese un grito · 1 de a ngustia que se clit·ige al trono ele María: "Salvadnos, Señora, qu e perecemos! " Todos g imen a l ver gemir en el destierro á su a ug usto Padre, y esperando la vi ctoria de la única que es vencedora de todas las herejías, una súplica uni versal, uná nime, potente y efi caz se dirige al '' S umo Pontífice para que declare dogma de fe la Inmaculada Concepción de María, como para obligar á la triunfaclom de Luzbel {t humillarlo en esta decisiva contienda . E l Papa ve llegada la hora determinada para definir aquella verdad por ta nto tiempo defendida en las Escuelas y que tantas veces ha sido objeto de las súplicas de los , Cristianos, y si ntiéndose en la desgracia fu erte con la fortaleza de Dios, yérguese a nte sus ene– migos, rompe como otro Sansón sus ligaduras; y declara ser verdad de fe la doctrina que de– fiende la Concepción sin mancha de la Madre de Dios.. ... ¡María Inmaculada ha triunfado! su (1) «PorlllJ in(eri non pril va/ebunt adversus eam. • (Math. XVI, 18). ., 1 ¡' J! c.c·=~~~'{:,

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