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78 LA PRUJ!IB:A DEl DIOS y redactados después en una sola Constitución, sin cambio alguno substancial, fueron impresos y aprobados por la Iglesia. El Fundador de las Carmelitas de la Caridad murió en olor de santidad como lo testifican los contemporáneos quienes no fueron, por desgra– cia,muy diligentes en conservar d11él una imagen ni muchos más datos biográficos que los que an– dan mezclados con la obra de la M: Joaquina. La última profecía que hizo y que lo acreditó de homt>re de Dios, fué precisamente relativa a la fundación de Tárrega tan ruidosamente fraca– sada. Cuando unos meses antes de su muerte se trataba de ella a raíz del abandono del pro– yecto de Igualada, dijo así: e Ojala tenga Tá– rrega la suerte que, a su tiempo, tendrá Iguala– da». Cuando los acontecimientos narrados po– nían a prueba el Instituto, se acordaron todos de aquellas p:llabras del P. Esteban de Olot. * * :¡: Otras fnndaciones,_:A pesar de los estorbos puestos de intento en su camino, el Instituto na– ciente tomaba cada día más auge: las jóvenes más distinguidas pedían asociarse a la M. Joa– quina, y el novi~iado de Vich estaba floreciente. La guerra civil, con toda su secuela dEl males y calamidades poblaba los hospitales en villas y en ciudades catalanas, y de todas ellas pedían Hermanas para cuidar heridos y enfermos. ~~1

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