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76 J,A PRUEBA l>E DIOII pues nadie las quiso en ninguna otra Congrega– ción; y saber además la alegria insensata de los enemigos que tan arteramente habían prépara– do y obtenido el derrumbe de lo que ella había con tanto amor construido. Fué terrible la si– tuación creada al Instituto que apenas salia de la cuna y comenzaba a andar. Y más cuando, por la misma razón y como obedeciendo a la misma diabólica consigna, fracasó también la fundación hecha aquel mismo año en Manresa, donde el Municipio tuvo habilidad para dividit· las· cuatro Hermanas . que allí había puesto la Madre, obligando a las dos que permanecieron fieles a refugiarse junto a ella dejando a las otras dos que corrieran su desventurada suerte. Tran– ces amargos para la fundadora, capaces de·de– salentar a otra que no estuviera tan bien funda– da en humildad y confianza en Dios como lo estaba la M. J oaquina, la cual tuvo valor pam sí y para infundido a SUM fiolos hijas. lluerte del 1•. Esteban.-'l'udavía no estaba completa la prueba de Dios. Debía quedar su escogida a cubierto de toda contingenc;ia futu– :ra, apoya!la exclusivamente en el Señor que la llamó y quería ser el único responsable de sus éxitos. Cuando estaba en las tribulaciones que aca– bamos de referir ya no tenía el amparo, ni nl

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