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74 LA PRUEBA DE DIOS En loa miamos días bañados de luz, de con– gratulación y halagadoras promesas, tuvo noti– cia de que D. José Joaquín de Mas y de Vedru– na, su querido hijo y heredero había sido vilmente calumniado, y encarcelado. No podían perdonarle los furiosos sectarios su religión y caballerosidad cristiana en defenderla denoda– damente. Oigamos la voz de cariño y de aliento que su buena madro le envía a la prisión, escri– biéndole desde Tárrega. «Hijo mío, sigue a Cris– to: El volverá por tí y hará ver tu inocencia. Ten paciencia, pues bien sabes que al cielo no van Jos qus viven en regalos sino aquellos que lle– van la Cruz de buena gana. Te aseguro que si no tuviera yo este clavo tuyo atravesado en el corazón, experimentaría ahora grandes alt~grías al ver como hemos sido recibidas en la Villa. Pero, hijo mío, conozco que Dios no quiere dar– nos gustos sino mezclados de amargura. El todo lo hace bien. Entre tanto suplica al cielo que te consuele y bendiga, tu humilde y triste madre. ·Joaquina>. ¡¡Cómo vibra el amor dé aquella santa Madre!! ¡¡cómo siente las penas de su hijo y lo consuela y lo arrulla dulcemente!! ... Ño ddsmiente aquel .~.··,.· corazón tan puro, del todo consagrado a Dios, . los latidos de la madre llena de ternura, des– cendiendo de las alturas del mundo sobrenatu- ral donde vive y queriendo elevar allá el pensa– miento del ser querido que sufre.

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