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, .; 'l'lll!WIAIIJA FRANCISCANA 49 y,, l.••uin HU lilm•a de penitencia y de acción. 'l'utloH loH ~~·•ul<l<'~ hombres del Catolicismo a t·uuf.¡u· <1"1 Higlo XIII, lo mismo que las mujeres llllll{llllUiums <¡ue desde aquella época han bri· llntln 1111 loH unale(! de la santidad y del aposto– lado han comenzado por ser terciarios. Parece quo o! I'obrecillo tiene privilegio de marcar con su sello de fuego seráfico las almas escogidas por Dios para grandes hazañas. Pero, por lo mis– mo, desde el día en que la hidalga señora viuda do Mas, renunció públicamente al mundo y apa– reció en la calle con el hábito y cuerdn francis– t:anos, tuvo que soportar las primeras burlas y dosprocina a quo no nsf•1h11 acostumbrada. Su gonoroRirlntl ¡mrn """ Hin!! surdó ruda prueba: n vnnlt.n .¡., nlg11110H pocos que respetaron su ,·¡.,t,.,rminn.:ión y fJUeduron edificados de verla vost.idu dnl pobro sayal, el vulgo, la mayor par– te, sus parientes, los niños vagos de la calle se ereyeron autorizados para insultarla y vejarla a todo sabor. La llamaban aquellos gazmoña, exa– gerada, visionaria: éstos le tiraban de la cuerda .Y do! hábito y la tomaron al pronto como obje– t;o dn llivm·sión. Muchos do sn familia so aver– ¡;-unzalmn d<> olla, ••chándolc en cara t>l desdoro qull t'llln Hohl'll 1111 t:asa y apollitlos; poro la Hna. Juaquinu sigui<\ impnrturbablo su eamino bajo la dirección del varón do Dios; el cual quiso to– davía aquilatar más la virtud de la sierva de Dios; pues cuando su paciencia, mansedumbre
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