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~ LA HIIIRilANA JOAQUUI'A DI!! 8. FCO. DI!! ASfS de luz, de paz y de confianza al niño inocente y a la religiosa pura y abnegada: lo mismo que poner en sus labios, consagrados por los ósculos del Crucifijo, palabras que ll~ven el consuelo al que sufre. 'rerciarla Franciscana.-Arreciaban los ma– les en España por los años 18'24 y 1825: el espí– rit~ del mal se hacía más osado, y los triunfos efímeros de unos bandos políticos contra otros no hacían sino agravar la situacion moral y reli– giosa del país. Vuelto el P . Esteban del destierro a su con– vento de Vich, urgía a la elegida de Dios; la preparaba para su obra; ordenaba las reglas fun– damentales del Instituto, y quería informarlo del espíritu ardoroso y de conqUista del Serafín de Asís. Para probar más el temple de alma de doña Joaquina, le sugirió la idea de vestir el hábito de San Francisco y llevarlo públicamente en aque– lla misma ciudad de Vich, donde todos laconocían -como gran señora: y, al efecto, conseguido el be– neplácito dellltre. Sr. Vicario Capitular de la diócesis deVich, el día 5 de Agostode 1825, dejó su traje seglar y recibió con toda solemnidad de manos del P. Guardián de los Capuchinos el hábito y cordón de Terciaria, llamándose la Hna. Joaquina de S. Francisco de Asís. ... ¡. \ .
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