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40 LA IIJ<:RMANA JOAQUINA Dlll S. l'CO. Dlll AS/S reconoció la inspiración íntima en su trato con Dios, manifestada imperativamente se ofreció sin condiciones; y a la santa impaciencia de ella por ir al Africa a convertir infieles, respondió el venerable capuchino con estas palabras sobrias y muy gráficas: •no Señora; no ha de salir de España para fundar su obra: bastantes negritos hay uqul quo salvan. El torbellino revolucionario arrastró o la cár– cel primero y después al destierro al V. P. Es– teban de Olot: no tardó en seguirle Doña Joa– quina con.toda su familia. Emigraron a Francia y al regreso, en Mayo de 1823, se instaló con su hijo mayor en Igualada hasta poder volver con sus hijas al Mas del Escorial en Vich. Fiel a su vocación buscó luego en aquella ciu– dad lugar y tiempo para comenzar a trabajar en obras de caridad para con los enfermos. Dedicó dos noches en cada semana para velar en el Hospital Municipal lleno de soldados heridos y apestados: luego se declaró su madre, y aquellos desgraciados confiaron en aquella santa mujer, que más parecía ángel, todas sus penas; los re– galaba como a niños y fué la enfermera impres– cindible aún para los mismos administradores. El prmcipal era un Sr. José Estrada, muybuen cristiano, que admirado del heroísmO' de Doña Joaquina, viéndola cargar con los cadáveres, lavarlos, amortajarlos, y enterrarlos, se asoció a olla a una con su esposa y otra señora amiga, y

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