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26 UN NUIIlVO HOGAR y, libre de miradas extrañas, ejecutaba los :que– haceres más humildes: harria la casa, preparaba la comida, lavaba los platos; y cuando fatigada sentía sed, bebla agua servida, en memoria de la hiel y vinagre que gustó Jesús en su agonía; se inmolaba a la vista de Dios sólo. Pero... tenía testigos: testigos aparentemente inconscientes, sus pequeños hijos que revolo– teaban en derredor de ella mientras trabajaba; que miraban a su santa madre en aquel retiro y faenas, radiante de gozo sobrenatural que ellos sentían como una luz .imborrable impresa en su conciencia. ¿Cómo no había de modelarse su alma para la santidad en aquel ambiente satu– rado de virtudes? Ya .veremos más adelante en todos ellos el sello de los besos consagrados de su adorada madre, preservándolos del mundo y de sus vanidades. Asomémonos ahora un ins– tante a}. corazón de aquella sierva de Dios en un momento diiícil. * * * Prueba dolorosa.- Había pasado casi un año de su matrimonio, y todavía Joaquina no cono– cía a lo11 padres de su esposo. Sin detenernos a examinar las causas de esta anomalia familiar, ·parece un hecho comprobado que D. Teodoro no comunicó a sus padres su determinación sino ·cuando ya era irrevocable y había contraído es– ponsales con Dña. Joaquina. Vivían aquellos en su hermosa residencia señorial del Mas del Es-

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