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LA ESPOSA 23 almendras confitadas para obsequiarlo a las ni– . ñas: decía para si: aquella de las tres hermanas que con sencillez y llaneza reciba mi obsequio, será mi esposa. Ofrecióselo en efecto a las tres, pero las dos mayores, un tantico ofendidas · por lo infantil del regalo, le contestaron tpor quién nos hato– mado Ud. D. TeodoroL. eso está bueno para Joaquina; déselas a ella. «Sí, sí, respondió la aludida, sin remilgos, con candorosa alegría, deme a mí las almendras•; y se gozaba interior– mente de la humillación en que sus hermanas pretendieron envolverla; y envuelta en esa es– condida virtud encontró el joven pretendiente la perla preciosa que iba a ser engastada en el blasón de su noble casa y solar. * * * La esposa.-Nada dijo D. Teodoro, pero en .su corazón quedó hecha la elección; y sin pérdi– da de tiempo la pidió a D. Lorenzo, el cual real– mente no pensaba en Joaquina, sino más bien en una de sus hijas mayores para colocarla en matrimonio. Ya hemos visto como notificó a su hija la pretensión del heredero de la casa Mas. ~.(luó sería de los anhelos de soledad y de ora– ci6n en el amado claustro?... muerria el Señor darle facilidad para satisfacerlos aún dentro de la vida conyugal, y que llegara con rodeo tan largo al término de sus innatas aspiraciones7...

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