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· • A ÚLUMA IIORA 231 estuvo largo rato examinando cada objeto en part¡icular. Su Santidad aparecía visiblemente conmovido y tuvo palabras de aliento y de alto encomio para la Superiora General, a la que dió al salir su Apostólica Bendición, entendien– do extenderla a toda la Congregación y a todas sus Casas». En efecto; a las seis y media del día de la Na– tividad de la Virgen, espléndidamente ilumina– da In Sala, fué anunciada la aproximación de la comitiva que acompañaba al Sumo Pontifico. Precedido de los guardas suizos y de dos Caba– lleros de capa y espada, que rindieron armllfl al pasa~ Su Santidad, acompañado de un Cardenal y de uno de sus Secretarios particulares, pene– tró en el salón llenándolo con la imponentu majestad de su venerable figura, pero atrayen– do los corazones su bunigno aspecto y tiernas palabras. Besaron la augusta mano las Madres arrodilladas junto a la puerta, y reconociéndo– las al punto Su Santidad, las levantó con pater– nal ademán y se dirigió a examinar el donativo . Caminaba lentamente fijándose en todos los pormenores, y tocando los montones de lence– ría iba diciendo: e Esto, esto es lo práctico, lo que falta a los pobres misioneros». Luego iba repitiendo: «Magnífico, hermoso! España, oh, !& generosa España!» Leyó complacidísimo el ró– tulo-dedicatoria; y tomó en sus manos varios d11 los vasos sagrados, especialmente el que regaló

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