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220 FLORlilCDollENTO DEL INSTITUTO viciado de Vich. Trabajaban en ellas predomi– nando ya la obra pedagógica, ciento veintiséis hermanas. Vencidas las primeru dificultades producidas por los intentos innovadores de que hablamos en el capítulo XIII, gracias a la admirable pru– dencia de la M. Paula y al espíritu de docilidad y de fe infiltrados fuertemente en la inmensa mayoría de las Religiosas, el Instituto comenzó a avanzar rápidamente. En 1855 traspasó las fronteras de Cataluña y se estableció en la capital de la Monarquía. Par– te muy principal tuvo en este paso decisivo el Excmo. e Iltmo. Sr. Dn. Antonio M. Claret, Ar– zobiRpo de Cuba, que conocía muy bien el Ins– tituto, y deseoso de que el beEeficio inmenso de que él reportaban las Provincias Catalanas se extendiera por toda la Península, trábajó para que fueran conocidas en Madrid. Ayudaron efi– cazmente a esle intento el Excmo. Sr. D. San– tiago de 'l'ejada, caballero de la Orden de San– tiago y Senador del Reino; D. Manuel de Vicuña, D. Andrés Ma. Novoa y D. Antonio Herrero '!'raña, quienes adquirieron y cedieron al Instituto un hermoso ·edificio en la Plaza de San Francisco el Grande, costearon las obras para la instalación d~ las religiosas y tuvieron la gloria de poner en la real Villa coronada los fundamentos de una obra cuyos b~neficios du– ran aún cada día más notables.

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