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KÁ8 KILAGROS 217 lagro'l El médico al ver una curación tan rápida e inesperada temió que la herida se cerrase en falso. Pero sacó otra radiografía y en ella pudo cerciorarse de que la curación era perfecta, co– mo lo certifica dicho señor. El niño empezó a andar enseguida, está desconocido, robusto y sano como nunca». Hasta aquí ·la madre. Podemos decir que la joven acompañante de la religiosa que iba a La Unión y vió al niño como un cadáver en el tren, no le reconoció; cuando, pocos días después, al llegar a Cartage– na para entregar la prometida reliquia de la Madre Joaquina, encontró al niño jugando en el ¡ardín, y con el aspecto más alegre y sano que puede imaginarse.
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