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IrOO Dl!l Lll :VOZ MAT~IlNAI• 189 Turbóse hasta cierto punto la tranquilidad de muchas Hermanas que hasta entonces habían vivido ':lontentas observando la primitiva regla, con la cual se s.mtían muy felices y con la que el Instituto había alcanzado tan alto grado de prosperidad y de prestigio ante propios y ex– traños. Aquel tejPr y destejér en 1 que se veían como desorientadas, sabii"ndo que el Prelado Vicense había enviado a la Santa Sede nuevas Constitu– cioues, por las que cambiaba hasta el nombre tradicional dellnstituto, y que se llamarían en adelante, si Roma asentía a lo pt-opuesto, •Reli– giosas de la Inmaculada Concepción», produjo hondo malestar t•ntrn las but•nas Hermanas. Este malestar y t•l p1•ligro de desaliento y abatimiento religioso era la visión terrible de los ultimos d ;as de la,Vble. Fundadora, quien con magnánimo y profótico espíritu les había dicho, como formulando unhet·moso testamento: «obe– dezcan, obedezcan, obedezcan siempre•; o:no teman nada: las cosas volverán a su primitivo estado,., •rrasladada aquella alma hermosa al cielo, cumplió su prom11sa de Vt>lar sobro el Instituto; pvr ~:>1 mismo camino por dond11 In porturbación amagaba más do cerca lleg6 la palabra de paz y de tranquilidad: Roma habló y pnr €\Sa palabra soberana, Dios confirmó la verdad de cuanto había dicho la M. Joaquina.

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