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174 .MUERTE DE LA VENSRABLE FUNDADORA ·ca:a a la crisis inevitable de todos sus males, y era fácil prever que cualquiera complicaci<'m en ellos pont:ría bru5co término a su preciosa vida. Esta era toda de oraci•ín: )a podría ser que ni) so ocupara de las cosas de abajo, pero de Dios... so ocupaba intensamente. Oigamos un momento a la buenísima Hermana Apolonia Camps, su solícita enfermom: «Cuando se puso más mala, dPspués dd primtlr sueño, puedo de' cir qu<', casi toda>! las noches mo llamaba eomo una niña, hasta que me levantaba, que ora lo más pronto qufl podía. Y cuando ya estaba con ella le pr·eguntaba ~Qutl quiere Madre? .. y Plla me decía invariablemente, vl~teme ... Pero, Ma" dt·e, si es muy pronto todavía, no son sino las once de la no"he y yo tengo mucho sueño. Pero me replicaba: vísteme, vísteme: y así que comen- zaba a vestirla se sonreía amablemente. En cuanto la tenóa vestida. la sacaba de su a'coba, i ! la sentaba en un sillón y le decía: ya está bien: ahora l,qué hacemosL. a lo que reponía viva- mente, •santignate y rect•mos el Trisagio•, esto era stempre. Quedríse una noche en mi lugar la · M. Veneranda, y como de costumbre comenzó a ·l). llat~ar ¡¡A polonia, A polonial!, y contestóle di- cha .\ladre, no soy la Apolonia, soy la Vene- rand,..: y repuso inmediatamente: ctanto si eres una como otra. víst.,me y recemos el Trisagio• . Se ve que su devoción favorita, la de la Stma. 'l'rinidad ocupaba toda su mente, y hacía de

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