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~· ·'. liiL FATAL Dlil8l'J!<LAOIII l'l3 ---------------- Ya dijimos más arriba como se transformaba todos los años, por ni dolor y compasión, en .la Semana Santa. El divino modelo de los que su– fren humillaciones y oh·idos la seducía; llegada, pues la suya, su semana de Pasión, supo vivirla como la había visto en Jesús, y supo morir como El, envuelta en el olvido, apareciendo, como Jesús. un baldón para los que la segnían: que– daba el triunfo de su obra, coronel do J es1ís, para después de la muerte: Cuando hayamos pensado bien en la sensación agónica de desam– paro que experimentó Jesucristo en.Getseman[ y en la 1 'ruz, comprenderemos mejor la razón sobrenatural de los sufrimientos íntimos de sus mejores amigos. y tendremos la segunda con– testación a la pregunta r¡ue los acontecimientos postreros de la vida de la Madre Joaquina su– girieron a nuestra curiosidad. * * * El fatal desenlace.-'l'enía que llegar y llegó en circunstancias muy dignas de la atención de los lE.>ctores que nos han seguido hasta aqu1. Mientras se anuncia!.an reformn.s, y «Stl ponía mano fullrte en el Noviciado•, y se hacían traslados de RAiigiosas, y aún se proyectaba cambiar el nombro del Instituto, como luego veremos, la sierva de Dios, irnposibilit.ada fí– sicamente, y moralmente crucificada, se acer-

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