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166 MUERTill DB LA VBYERABLll FUNDADORA brada Vicaria Generai, y que ella sufría mucho por la marcha de las cosas. Mi madre iba a ver– la constantemente: y una tarde 1~ sacó en coche para llevarla do paseo hasta. Pedralbl's, donde vivían mis dos tías, religiosas de aquel Monas- . terio. J•;n ol camino, mi madre .trat<• de consolar– la, ponderándole los bienes que había traído la Fundaeiún. L~ docía: Dios la quiere a Ud. muy santa. y ha permitido todo esto que tanto la hace sufrir para significarlB que el Instituto es de El, y que podrá vivir sin Ud ... Dios quiere probarla más así, quitándole esa satisfacción na– tural tan justa: y Ud. quiere lo que Dios quiere ... ¿no es verdad L. Y mientras mi madre lo habla– ba, mi veneraole abuela apretaba, con su mano izquierda las dos de mi madre, para manifestarle que asent-ía a todo, y su adhesión a la divina vo– luntad». Veamos en esta ingenua narración dos cosas muy al caso: primera, el cariño intenso y h sa– biduria cristiana de doña Inés para con su an– ciana madre, prodigándole cuidados y suavizan– do sus p~nas con un bálssmo sobrenatural, cuyo uso había aprendido de ella en su infancia. Y segunda, cuan notOI'ia sería la causa de aq uellns sufrimientos, cuando una st>ñora st>glar, que, aun siendo , hija de la Fundadora, deberla ser extraña a las intimidades del Instituto, y más estando su santa madre casi muda. para. .rovelár– selas, las podía apreciar con tanta claridad como '~··: . : 1 '

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