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LOS ÚLTillfOS FULGORES 159 Veneranda cuidabala con filial cariño, señaló a· la Hna. Apolonia Campa como su enfermera, y ella la visitaba siempre que sus ocupaciones la. dejaban un tiempo libre. En una de esas inti– mas comunicaciones, y con íntima confianza hí– zole esta pregunta: «dígame Madre t,quién mori-– rá primero, Ud. la Madre Sabatés o yoL. A lo .que contestó con una amable sqnrisa dibuja-– da en los labios y en Jos ojos: eprimero yo, des– pués tú•. Quedóse aquí en silencio y como pen– sando; por lo que su interlocutora le instó y le dijo: «y V... t,morirá muy prontoL . csí; respon– dió, no tardaré». No llegó a veinte meses el tiempo que la separaba de aquella profecíA. •y yoL. dijo la M. Veneranda: ~ cTú vendrás muy pronto conmigo». Murió esta Madre treco meses dospuós qno la fundadora. Y... María Sabatés, insistió de nuevo, como si quisiera pro– bar la firmeza de su cerebro: «La María, con– testó, tardará mucho, mucho•. Y así fué, pues. a pesar de sus padecimientos y achaques, so– brevivió a la fundadora diez y siete años, para gran bien del Instituto. Así demostraba Dios las confidencias que te– nía con su sierva, para que sus hijas conserva_ ran el rocm•rdo pordurable de aquella Madre relegada a la enfonucl'Ía, y con la cual no se contaba ya oficialmont.o en o) gobierno do la . Congregación.

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