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156 MUERTE DE LA VENER.\BI,E FUNDADORA y creyéndola inconsciente, la hicieron paladear los heces de-l amargo cáliz que habla saboreado durante su larga y laboriosa vida. Vamos, pues, a ver morir a esta insigne mujer con la gloria de los que mue¡;en encumbrados con Cristo en el calvario, fulglirando luz en sus últimas palabras. Presentáronso en ·aquellos días a pretender el santo hábito en Vich, dos apuestas jóvenes, muy decididas en su vocación; quiso verlas la Madre Joaquina, y, en viéndolas dijo claramen· te: ·«ésta, sí. .. ésta, nÓ ... »; señalando con la ne– gación precisamente a la joven que parecía me– jor dispuesta y dotada de más relevan~s cua– lidades y en atención a ellas era preferida de las Madres y del P. Esteban Sala. Quiso éste, cuan– do lo supo, probar por si mismo si la V. Fun– dadora estaba en sus cabales, o bien había.dicho aquello en ttna seminconsciencia. Le preguntó pues de nuevo, quó le parecía de las postulan– tes; pero oyó con asombro que la enferma con robusta voz, y pronunciando bien estas palabras dijo con resolución: cEsta, señalando a la mis– ma joven de antes, no debe entrar: es voluntad de Dios que esté en su casa; y si la admitís en el Instituto, no permanecerá. tendrá que salir». No se hizo gran mérito del criterio de la Ma– dre: estaba enferma e inválida: fué, pues, admi– tida aquella joven por quienes creyeron, más que a la Madre, a las deslumbrantes cualidades

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