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130 A VELAS DESPLEGADAS .. ---------------- Nqnell, minucioso investigador de todos los in– cidentes aún pequeños de su biografiada, avan– za una opinión que creemos muy razonable. La. sierva de Dios, dice, tuvo que buscar un asilo en Berga por un tiempo, y después otro más largo en Perpignan contra las persecuciones persona– les de que " rll víctima por ser madre de un ho– gar notoriamente afecto a D. Carlos, por cuyo reinado peleaba en los campos de batalla D. José Joaquín de Mas y de VE"druna desde el primer dfa de las hostilidades, <m lugar siempre preferente. Los que tuvieron que soportar las calamidades inevitables de la larga guerra sin participar de los entusiasmos carlistas,aún sien– do buenos cristianos, no podían justificar la con– siguiente perturbación civil y religiosa que la contienda acarreaba. Uno de éstos era el Sr. Vicario Capitular de Vich, quien, apreciando en lo que valía la Obra de la M. Joaquina, no podla tenerlo simpatías personales por las causas dichas. Aún nos atrevemos nosotros a indicar otra razón o motivo mejor documentado como vere– mos en el capítulo siguiente: parece que el señor Casadevall, en fuerza de considerarse único su– perior inmediato de las Carmelitas, dispersas y huérfanas durante la guerra, acabó por con– vencerse de que ese dominio debía perpetuarse y tratar con la Fundadora como lo había hecho con la M. Delpuig, sin reconocer en ella más
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