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126 A VELAS DESPLEGADAS de la más pura y cortés alegría: le dábamos un abrazo y le decíamos: gracias al buen Jesús que tenemos otra hermanita, que nos ayudará a lle– var la Cruz. Subía ella luego con nosotras, la presentábamos a la V. Madre, y ella la recibía con mucho cariño y le decía: «tEstá V. bien resuelta a dejar sus padres para consagrarse de eorazón, toda ontora al servicio de la caridad con los enfermos, ensoñando a las niñas, en donde la ponga la santa obediencia por amor a Jesús Crucificado~ ... Y la joven contestaba afir– mativamente. Entonces la Madre bajaba con la joven a la portería para consolar a sus padres y despedirlos llenos de s&nta paz,.. «Paréceme, decía eli una ocasión la M. Joaquina, entre las emociones primeras que tuvo al llegar de su destierro, que los brazos se me alargan a gran– des distancias y el corazón se me ensancha pro– digiosamente para recibir, abrazar y guardar en él a las jóvenes que llegan y llegarán en abun– dancia a nuestro Instituto». 'fonía realmente un corazón de madre: y de madre muy bien proba– da en la vida y en el amor. Para con las niñas que acudían a sus colegios, muy luego florecientes, sentíase también como madre, y quería que las pequeñitas estuvieran con las Hermanas, como en su casa. eNos ex– hortaba a que cuando estuviésemos en la clase, mirásemos a las niñas como carbones apagados, y que nos figurásemos oír a Jesús diciéndonos: \

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