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AL VOLVER DEL DESTIERRO 119 nas, tuvo la consistencia necesaria para resistir, eon la ayuda de Dios, a la acción c<_>rrosiva de tantos y tan variados elementos de destrucción; y en cuanto llegó la Madre, bastó su sola presen– cia para comunicarle una nueva y vigorosa vitali– dad, lo cual, en verdad, no es extraño puesto que ella era su corazón, su cabeza y su todo». He aquí un testimonio contemporáneo harto glorioso y elocuente en favor de la Madre y de las Hijas. Pensemos nosotros en la íntima satis– facción de la Madre al recibir los primeros abra– zos de sus queridas hijas con las consoladoras noticias que luego le llegaron de todas partes, de– mostrándole que no había trabajado en vano. Las dos firmes columnas que habían dado vigor a la obra emprendida por la M. Joaquina, fueron, en Vich, la Madre Paula D11lpuig y en Barcelona, la .Madre Veneranda Font. Tenemos sobre ésto un t.nstimonio brillante que no debemos dejar sin t.rascribir aquí, siquiera sea en parte. El General l•:ijpo.rtero había bombardeado la ciudad condal ni 3 d•l Dieiombre de 1842. Las escenas de con-' l'uHiúu y el u clolor r¡uo sucedi11ron entonces no """ pnru tl••sc:ril•lH; I'"I'U c•n lo que se refiere a uu•••l·r" prop•'•Hit." "" cloHIJtea "nt.ro ellas como tlp,;.,... I'IIIPI'IIHn y provid••rwinl In Mudrn Vcne– rnudn '1"" tuvo nl11111 y c:omj" ¡mra eunsorvar la Ntii'PIIidnd 1111 lnH 1111\H c· .dt.ic: os monwntos, y aún pam c•.umuni.:urla n todos. Lujos do ponerse en tmlvo con loR quu huiun dospavoridos, ella con

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